domingo, 30 de diciembre de 2012

IV. Alec.


- Llegas tarde.
- Lo sé.
- ¿No tienes nada que decir?
- Creo que quien tiene que dar explicaciones eres tú, no yo.
- Agh. Rae ya me avisó de que ocurriría esto, pero esperaba que tardaras algo más.

La mujer hizo un gesto de cansancio. Sin embargo, aquello no pareció importarle al chico, quien seguía mirándola de forma inquisitiva y acusadora. Shana suspiró, preparándose para lo que creía que sería una larga y densa conversación.

- No ves más allá de tus propias plumas, Alecai. Y sé lo que estás pensando. Crees que te hemos mentido, porque te prometimos una misión de extremada importancia y todo lo que hemos hecho ha sido caminar de un sitio para otro y recoger un libro. Sin embargo, esta es la misión más importante que los Anemoi han llevado a cabo en siglos. ¿Te suenan los nombres Actai e Impacts? O, como se diría en el idioma de la tierra en la que nos hayamos, ¿Actos y Consecuencias?
- Por supuesto, te recuerdo que saqué un Excelente en Historia de Nuestra Raza.
- Entonces, has de saber que el libro que viste ayer es Consecuencias, y que llevamos buscándolo durante más de doscientos años, desde que se perdiera en la Segunda Guerra Interracial. Si hubieras sido un poco más inteligente y no te hubieras cegado en tu prepotencia, quizá habrías comprendido que...

De repente, Alec comenzó a sentirse desfallecer. Aún no se había sentado desde que llegara a aquella sucia cafetería humana, así que intentó agarrarse a algo para no caer. Sin embargo, sus piernas le fallaron antes y fue a dar contra el frío mármol.

- ¿Alecai, me oyes? ¿Alecai? Rae me va a matar, prometí que le llevaría de vuelta sano y salvo, no me puedo creer que esté ocurriendo esto...

[…]

Abro primero un ojo y una luz blanca me ciega, así que lo vuelvo a cerrar. Me siento desorientado. No sé dónde estoy ni por qué me acabo de despertar, lo último que recuerdo es que estaba furioso por el desarrollo de la misión, y después... nada. Me duele la cabeza. Mucho, siendo sincero. También me quema algo en el pecho, justo donde debería estar...

- ¿Alecai? ¿Estás despierto?
- Señora, no puede estar aquí, ya se lo hemos dicho. El paciente está muy grave, sus constantes están disparadas. A decir verdad, debería estar muerto...

Quien repite mi nombre es, indudablemente, Shana, pero, ¿a quién pertenece la otra voz? Y, ¿a qué se refiere con eso de “paciente”? No estaré en...
Abro los ojos y, tras el deslumbramiento inicial, lo veo. Shana, que se muestra reacia a marcharse, un hombre con ropas blancas y algún tipo de artefacto, blanco también, que le tapa la cara, diversas máquinas a mi alrededor que emiten pitidos y ruidos, cortinas blancas, camas blancas, paredes blancas... Sí, debe de ser algún tipo de curandería humana. ¿Cómo se le ha ocurrido? Por supuesto que, según mis constantes vitales debería estar muerto, ¡si fuera humano! ¿Cómo ha podido pasar por su cabeza la idea de traerme a una curandería humana?

- ¡Alecai! Dime algo, por favor.
- ¿Cómo se te ocurre traerme aquí? - Increpo
- ¿Qué?
- Por favor, Shana, nuestro organismo es diferente al humano, aunque a simple vista no lo parezca. Para esta gente, ahora mismo debería estar muerto, ¿no lo entiendes?

Shana parece descolocada ahora.

- Va-vaya... No se me había ocurrido. Me alteré tanto...
- Ya veo. Da igual, déjame a mí. - Voy a intentar salir de esta.- ¡Doctor!

El hombre de la bata blanca abre los ojos de sorpresa y se apresura a acercarse a mí.
- ¿Qué? No puede ser, no puedes estar vivo y mucho menos hablar, tienes el pulso por encima del triple de lo recomendado.
- No se altere, lo de mi pulso tiene una sencilla explicación. Antes de desmayarme sufrí una increíble subida de adrenalina, que mi cerebro no pudo asimilar. Sin embargo, mi corazón mantuvo el tipo y es gracias a él que sigo vivo. Ahora lo que necesito es salir de aquí, quedarme quieto y tumbado es la mejor manera de que me dé un infarto de miocardio.

Estoy tan sorprendido como él por mi explicación. No tengo ni la más remota idea de dónde han salido esas palabras. Me viene una imagen a la cabeza... Parece un libro, bajo el título de Biología 4º ESO. No sé lo que puede significar, pero es el menor de mis problemas. Al menos, el hombre parece algo convencido. O quizá anonadado. En cualquier caso, será mejor que aproveche para salir de aquí sin tener que responder a más preguntas.
Busco la salida del edificio con Shana parloteando constantemente a mi espalda. Me siento cansado, pero necesito aire fresco. Me pica la espalda, o me escuece, más bien. Supongo que será por la cercanía del Datze Consillium. Entro a un baño a cambiarme la ropa, porque no sería muy inteligente pasearme por el hospital con la bata de enfermo, y busco una salida de emergencia por la que no llamar la atención. Damos varias vueltas por el edificio y en un par de ocasiones nos preguntan a dónde vamos, pero en ambas les pido la localización del aseo y no sospechan nada. Finalmente encuentro una puerta al lado del almacén de la limpieza y algo a la calle, medio desfallecido, aunque la fría brisa que corre me sienta bien. De repente, vuelvo a sentir la misma quemazón en el pecho de hace un rato. Llevo mi mano hacia él y ésta se topa con un bulto que, bajo la camiseta, sé que pertenece a Ebrai, el único recuerdo que conservo de mi familia. Mi familia... Por alguna razón, este pensamiento surge carente de emoción, pero al instante se transforma en un sinfín de sentimientos.
Sin embargo, hay algo que no entiendo. El colgante ha permanecido inerte durante diez años (desde que el comandante me lo entregara como herencia familiar, cuando apenas había cumplido seis), y ahora arde. No logro comprender por qué. Tengo que averiguarlo.
- Shana, necesito volver al hotel y echarme un rato, ¿sabes cómo llegar?
- Sí, está aquí al lado. Sigue esta calle hasta que cuentes tres construcciones cilíndricas de metal con luces, ¿las ves? Bien, tras la tercera, gira a la derecha y verás el hotel de frente. Yo tengo que hacer un par de recados, no te muevas de allí, no tardaré mucho.
Llego en poco tiempo a mi habitación y lo primero que hago es quitarme la camiseta. Ebrai está al rojo vivo, sin embargo, tan sólo lo noto un poco caliente. Lo cojo para quitármelo y noto un mareo inmenso, por lo que me tumbo en la cama. Lo veo todo borroso y se me cierran los párpados...

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